Antes de conocernos by Julian Barnes

Antes de conocernos by Julian Barnes

autor:Julian Barnes [Barnes, Julian]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 1982-01-01T05:00:00+00:00


7. EN EL ESTERCOLERO

Italia quedaba descartada; estaba plagada de huellas de amantes, pisadas de camellos en un desierto en el que el viento no soplara nunca. Alemania y España no eran seguras. Y había algunos países —Portugal, Bélgica, Escandinavia— que estaban fuera de peligro; aunque una de las razones de ello, por supuesto, era que Ann nunca había querido ir. Por tanto, esta «seguridad» era peligrosa: por muy cobarde que fuera, a Graham no le atraía la idea de tener que soportar una noche en Helsinki por culpa de la ausente amenaza de Benny, de Chris, Lyman o quien fuera. Se imaginaba en uno de esos países extremos, enfundado en un anorak para protegerse del frío, bebiendo a pequeños sorbos un licor de pezuña de cabra; lo único que hubiera podido hacer habría sido pensar con tristeza en los idiotas de piel bronceada que les obligaban a viajar allí y que probablemente en ese momento paseaban por la Via Veneto partiéndose de risa sólo de pensar en él.

Francia era semipeligroso. París estaba descartado, el Loira también, el Sur también. Bueno, no todo el Sur; sólo pequeñas zonas donde las curvas de los acantilados habían sido reemplazadas por las curvas de las terrazas de los apartamentos, la zona de Niza y Cannes, donde Ann, imaginaba él, se había comportado como…, como cualquier otra chica en su lugar. Pero claro, también existía el auténtico Sur, donde no había estado ninguno de los dos, ni había estado ninguno de esos listos que llamaban a Londres continuamente para controlar los movimientos de sus carteras. El auténtico Sur: ése era un lugar seguro.

Volaron a Toulouse, alquilaron un coche y sólo porque era una de las direcciones que había a la salida de la ciudad, siguieron el Canal du Midi, hacia Carcassone. Habían recorrido ya la mitad de las murallas cuando un comentario de Ann hizo que Graham explicara que era una de las reformas de Viollet-le-Duc; pero esto no disminuyó su interés. Estaba decidida, en la medida en que podía decidirlo, a divertirse durante las vacaciones. Carcassone disgustó profundamente a Graham —sin duda debido a su integridad de historiador, como explicó medio en broma a Ann—, pero no importaba. Durante el primer día de viaje estuvo nervioso, deseando olvidar la fascinación paternal que le inspiraban Benny, Chris, Lyman y los demás; por ahora, sin embargo, parecía haberlos dejado a un lado.

En Narbonne se encontraron con un cruce en forma de T; fueron hacia el norte, por Béziers, camino de Herault. A la cuarta mañana, cuando atravesaban despacio un camino flanqueado por plátanos con una banda blanca pintada en el tronco, Graham aminoró la velocidad para adelantar a un carro rebosante de heno; cuando su conductor, aparentemente dormido, volvió la cabeza hacia ellos y tiró aletargadamente de las riendas, sintió de repente que estaba tan bien como al principio. Esa misma tarde, se tumbó en la cama del hotel cubierto sólo por una sábana y observó que la pintura blanca del techo se estaba cayendo: recordó la franja de insecticida blanco y sonrió de nuevo.



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